lunes, 23 de julio de 2012

PORQUE HAY MUCHOS ROCÍOS...

Había una vez una mujer que tenía una pequeña tienda. Era un comercio de conveniencia, de los que puedes encontrar abierto cualquier día y donde puedes comprar aquello que de repente te faltó en casa. Abría su negocio de lunes a domingo, mañana y tarde, horas y horas al día… Para ella no había festivos, ni puentes, ni mucho menos vacaciones,... Demasiadas bocas dependían de los pocos euros que su humilde negocio era capaz de generar al día. Solo se permitía una licencia al año. Un miércoles de Mayo buscaba en el cajón del dinero, aquel folio que guardaba doblado y que al abrirlo enseñaba un escueto “Vuelvo enseguida”. Ese miércoles se marchaba a Santo Domingo a escuchar la misa de romeros. Ella no era de los rostros conocidos de siempre y casi nadie la conocía, pero sin embargo, como a cualquier otro, se le erizaba el vello viendo a las primeras mujeres vestidas de flamenca o escuchando los primeros toques del tamboril. Acabada la misa, despedía de lejos al Simpecado y buscaba con premura un autobús que la llevara a su tienda, mientras se tragaba las lágrimas y maldecía en su interior no haber tenido más suerte en esta vida… Desde ese momento su Rocío pasaría por esperar los reportajes de la televisión y alguna conexión de aquella vieja radio que siempre fue su compañera en la soledad del día a día. Y por supuesto su Rocío también pasaría por aquella vieja medalla que colgaba junto al almanaque de pared. Una medalla que sabe que nunca hará el camino, pero que no por ello, es menos rociera.